Lo sucedido
en las semifinales de la Champions
League, tomó por sorpresa a muchos y tuvo más repercusión que cualquier
otra semifinal, pues acá se fueron los amplios favoritos, Barcelona y Real Madrid.
Con respecto
a al eliminación del Barcelona, los
medios destacan la mala suerte de los blaugranas y el desempeño de Messi, que falló el penal que los
hubiera puesto en la final. Además de que no pudieron con el Chelsea, que tuvo 10 jugadores casi
todo el partido.
Del Real Madrid se habló del resurgimiento
de la “bestia negra” de los madridistas, El Bayern Múnich; además de ironizar con la
posibilidad perdida de alcanzar su décima ‘orejona’.
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Esta es una
crónica del diaria español ‘El País’, refiriéndose a la eliminación del Barcelona a manos del Chelsea.
El
monólogo más trágico del Barça
(Messi falla
un penalti tras mandar el balón al larguero)
Los azulgranas se estrellan de nuevo
con la muralla del Chelsea (2-2) en una noche fatídica para Messi.
Aseguran que Dios te quita
aquellas cosas que antes te ha dado. No es que al Barcelona le hayan regalado
los títulos desde la llegada de Pep Guardiola. El fútbol azulgrana ha cautivado
incluso a aquellos a los que no les gustaba el fútbol. Ocurre que la pelota que
anteriormente acababa en la red da ahora en la madera y las derrotas se
encadenan con la misma celeridad que se daban las victorias. Los mismos rivales
a los que el Barça sometía hace poco con su música de jazz se cobran hoy las
cuentas pendientes con un juego propio de una banda de rock y los delanteros
empequeñecidos en su día por Messi desfilan por el Camp Nou para cobrarse la
revancha. Ya pasó con el Madrid el sábado y ayer con el Chelsea. Ocurrió con
Cristiano Ronaldo y Drogba o, tanto da, con Torres.
Atormentado y desvencijado, muy
desafortunado, al Barça se le escapó la final de la Champions tres días después de perder la Liga.
Así son los misterios del fútbol y de equipos como el azulgrana, peleado
consigo mismo, impotente ante el marco rival y generoso en el propio, incapaz
de aprovechar un arbitraje benigno y unas condiciones muy favorables. Equipo
sereno, cayó anoche víctima de la irracionalidad en un partido apocalíptico. El
peor de los escenarios para un plantel muy cuerdo. Acabaron los azulgrana
desquiciados después de multitud de accidentes. Hubo lesionados, un expulsado,
cuatro remates a la madera, un penalti fallado por Messi, decisiones
controvertidas, goles insospechados, figuras no previstas... Excesiva
excitación.
Mal asunto para el Barça y lo mejor para el Chelsea. El partido
invitó a la épica, una suerte que no dominan los barcelonistas, desde hace unos
días menos artísticos y talentosos que de costumbre, poco finos y nada inspirados.
No supieron negociar su clasificación como se demanda a los equipos con oficio
y, a cambio, se suicidaron en su búsqueda por reencontrarse con su mejor
versión. No siempre se puede ser el Barça, tampoco el propio Barcelona. Igual
sucede con Messi. Ambos forman parte de la misma moneda. El uno arrastra al
otro y, por tanto, triunfan y fracasan al tiempo, indisociables en la bonanza y
en la penalidad, ahora mismo esquivos al azar y sin puntería.
A pesar del rosario de incidencias que se sucedieron nada más
empezar, el partido fue un impaciente ataque del Barça, terreno abonado para la
agresividad de Alexis más que para la serenidad de Messi. La exigencia era
tanta y el riesgo tan extremo que al cuarto de hora ya se contaban dos
sustituciones: Cahill se rompió y Piqué, conmocionado, se desplomó abatido
después de un brutal trompazo con Valdés. Imposible afinar el tiro ante tanta
prisa y juego fuerte en el Camp Nou. A Guardiola de nada le servía haber
generado la denominada zona Messi después de abrir el campo con dos
extremos (Cuenca e Iniesta) y un nueve pequeño (Alexis). No atinó La Pulga
después de una doble pared con Alexis ni cuando le habilitó Cesc.
Muy bien desplegados a partir de
una zaga de tres defensas, los delanteros azulgrana contaron una oportunidad
por cada interrupción después de ser muy bien movidos por sus centrocampistas:
Busquets, Xavi y Cesc. Aunque la UEFA obligó a reducir el Camp Nou a las
medidas de la guarida de Stamford Bridge, abrían bien la cancha Cuenca e
Iniesta y enfilaba estupendamente Alexis por delante de Messi. Los movimientos
de los delanteros desestabilizaron al defensivo Chelsea. La agitación provocada
por Alexis desmontó la tarima montada delante de Cech. Los goles llegaron en el
mejor momento para el Barça: marcó Busquets después de embocar un centro de
Cuenca y más tarde Iniesta cruzó a la red una asistencia de Messi.
No se había llegada al descanso y el Barça no solo había remontado
la ronda, sino que jugaba con superioridad numérica por la expulsión de Terry.
Al capitán le dio por agredir a Alexis por la espalda y el linier le descubrió
justamente cuando el capitán blue le había metido la rodilla a la altura
de las lumbares al delantero azulgrana. No había quien detuviera a Alexis, ni
en el Chelsea ni en el Barcelona. El Barça no supo parar el encuentro y Lampard
coló un balón preciso para la carrera de Ramires, que lo picó sobre la salida
de Valdés después de ganar la espalda a Puyol y Mascherano y la cobertura de
Busquets. Al igual que ocurrió en Londres, al Chelsea le alcanzó con el tiempo
añadido previo al descanso para contar un gol tras un error del Barça.
El tanto chafó momentáneamente al
Barcelona. Jugaban peor los azulgrana contra diez que ante once y de vez en
cuando amenazaba el Chelsea con el fiero Drogba. Tiritaba Valdés, no achicaba
bien Mascherano y fallaba Messi. La Pulga mandó al palo un penalti que el
árbitro regaló a Cesc después de caer ante Drogba. Ni en la mano más fácil que
hay en el fútbol acertó el Barça. El error descompuso a Messi, cuya depresión
contagió a sus compañeros, incrédulos. Infalible en situaciones extremas, La
Pulga marró el tiro más fácil y decisivo en una semifinal de la Champions. Nadie en el Barça supo sobreponerse a
la jugada y a la melancolía de Messi. No hay peor fatalidad que un penalti
fallado por él.
Animado por las concesiones azulgrana y envalentonado por el
castigo arbitral, el Chelsea pasó a defenderse tan bien como en The Bridge. Muy
bien puesto y sin ceder un remate, bloqueaba los tiros, no dejaba que se
filtraran pases y no entraba en juego Messi. Hasta desapareció Alexis. Así que
Guardiola optó por recurrir a la profundidad de Tello y a la altura de Keita.
Tampoco funcionó y la perseverancia del Barcelona fue tan estéril como cuando
la anterior semifinal perdida, ante el Inter de Mourinho. Al partido aún le
quedaba incluso un último guiño dramático. No llegó el gol de Iniesta como en
2009, sino el de Torres, un tormento histórico para el Barça. Al Chelsea le
bastó con cuatro remates para contar tres goles en la Champions.
Las penalidades en las áreas volvieron a condenar al destemplado
Barcelona y premiaron por una vez al Chelsea, habitualmente derrotado en los
detalles, finalmente victorioso en las jugadas episódicas, convencido de que la
Copa de Europa le debe una y piensa ganarla en Múnich. No hay consuelo divino
posible para el Barça y para Messi.
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