Por: Alonso Cockburn Alva.
Ante la inclemencia del clima y la multitud que invadió el centro de Lima para observar la llegada de los participantes del rally más difícil del mundo, el Dakar, este reportero gráfico recibió una de las más difíciles comisiones que le haya tocado cubrir, ojo, sin estar acreditado para el evento.
Armado con la cámara, mis lentes y una botella de agua me tiré al ruedo tratando de evadir los inmensos cordones policiales que trataban de intimidar a los espectadores con sus grandes bigotes y su desteñido uniforme esperando que alguien pregunte algo para persuadir con su asfixiante aliento.
Gracias a Dios soy una persona terca que no recibe un no como respuesta y mientras escuchaba el rugir de los motores mi corazón bombeaba al ritmo de las revoluciones que emergían desde aquellos fieros vehículos y mi lente no dejaba de disparar con una gran gesto de sastisfacción en mi rostro.
El escenario era perfecto, el centro histórico de Lima y sus casonas virreinales, hermosos balcones desde donde la gente se las ingeniaba para capturar la mejor toma. El público súper emocionado les daba la bienvenida a los valerosos pilotos que con una sonrisa de oreja a oreja sacudían sus palmas a través de las ventanas de sus vehículos y hacían sonar a más no poder sus bocinas.
Motos, autos, cuatri motos y camiones formaban un paisaje dinámico que no debía dejar pasar hasta capturar las mejores tomas. Al no estar acreditado para ingresar al epicentro del evento tuve que caminar acerca de 15 cuadras calculo, entre miles de miles de aficionados que pugnaban por ingresar al igual que yo. En ese trayecto el escenario era el más sui generis, el ingenio peruano en su máxima expresión se daba a conocer de mil y un representaciones con tal de sacar el máximo provecho a la situación vendiendo, alquilando y ofreciendo productos relacionados con el Dakar.
Luego de sudar la gota gorda por largo rato, encontré el momento preciso para colarme en la ceremonia. Utilicé el floro y puse mi mejor cara de serio, “Jefe, buenas tardes. Tengo una reserva en el restaurant Tanta, ¿me puede abrir la reja por favor? Me están esperando”. – como no señor, adelante- En ese momento creí que me habían abierto las puertas del cielo.
Ya había pasado lo peor, ahora estaba tan sólo a metros de lo que ocurría. Nuevamente usé mi mejor cara de serio y mi mejor tono de voz seductor, esta vez fue una de las chicas que brindaban seguridad en el evento que sin necesitar tanto floro me abrió nuevamente las puertas del cielo, estaba donde las papas y las llantas queman. Lo logré.
Había cumplido con mi labor de periodista gráfico, tal vez es por esto que me decidí por seguir esta profesión. Cada comisión es un nuevo reto y ahora con el material en mis manos puedo decir que lo logré y…. (Ojalá el profe valore mi esfuerzo).
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