El vandalismo, la inseguridad y la muerte, no debieron ser invitados a lo que supuestamente era una gran fiesta del fútbol peruano. Nadie sabe quien les abrió las puertas, pero sabemos que ellos son los responsables de que el estadio Monumental las cierre.
La muerte de Walter Oyarce no permite hablar de fútbol, cuando este debería ser el tema central luego de un clásico. El deporte tiene que ser dejado de lado, para hablar del dolor de una familia, de la incapacidad de autoridades y de una vida perdida, por el solo hecho de vestir un color distinto en el pecho.
Es incomprensible la actitud de estos 'hinchas' cremas. El 'loco' David, el 'cholo' Payet y compañía, amargaron la fiesta a los que amamos el fútbol demostrando que en nuestro país, el echarse la culpa y ser ineficientes es el deporte nacional.
La muerte del aliancista Walter Oyarce, hace reflexionar a todos los que estamos en el mundo del fútbol, y a quienes no también, sobre los cambios que necesita nuestro deporte, desde organización de los clubes mas pequeños, hasta la de los más grandes, que se enfrentaron el pasado domingo.
El fútbol nacional está de luto, y se espera justicia para los culpables de este hecho tan lamentable. Contar la historia de como sucedió todo, sería repetitivo a estas alturas. Hoy solo queda esperar que paguen los verdaderos culpables y que la muerte de un joven inocente, tenga el valor que se merece y sea el aviso de que algo anda realmente mal.
Los peruanos debemos aprovechar este triste momento para tomar cartas en el asunto y cambiar de raíz la organización de las barras bravas, la falta de seguridad y sobre todo la corrupción, base de la gran parte de los males de nuestro país.
Que en paz descanse Walter Oyarce, pero no quedemos en paz nosotros también. Debemos luchar por hacer lo que el fútbol es, un deporte, un espectáculo y sana diversión.
Un clásico ganado justamente por Universitario no terminó siendo crema, terminó siendo 'grone'.
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