jueves, 29 de septiembre de 2011
Una clásica voz
Hay que esperar hasta que pite el árbitro y mucho más en un clásico. Once de la mañana y recién sonaba mi despertador. Había que estar bien descansado porque venía de una gripe, según yo mortal, que me dejó 3 días inoperante. Aunque este clásico no me lo perdía por nada.
En la farmacia me compré unas pastillas para la garganta. No sé si funcionaron tan bien, mi voz seguía ronca, una de mis armas principales estaba de capa caída. Contra todo y eso me enrumbaba al clásico del fútbol peruano.
Al mediodía nos encontramos con la gente de Oye Fútbol en ISIL, 20 soles para el taxi al estadio, una ‘chanchita’ y llegamos. Como era de esperarse todavía no llegaba mucha gente. Recién iba a empezar el partido de reserva.
Pasaban los minutos y mi expectativa por sacar esa voz para narrar uno de los partidos más importantes del año en el Perú crecía. Pitazo inicial del árbitro Manuel Garay y …”qué comience la fiesta”.
Sentado desde la zona de periodistas, arriba de occidente, se tiene una vista clara del campo. No necesitaba un papel con los nombres, a todos los conocía a lo lejos. Así se le hace más fácil la labor a un narrador. Otra cosa sería si juega Ghana frente a Corea del Sur, ahí tu concentración por pronunciar el nombre correcto te toma todo el tiempo. En cambio en el clásico pude fluir, de vez en cuando bromear y opinar. La libertad y espontaneidad son básicas para que la transmisión salga impecable.
En el gol de Vitti salió el primer gran grito que competía con mi débil voz por la gripe. Sólo fluyó, que importa si salía un ‘gallo’ en ese momento, goles son amores, lo demás sólo buenas intenciones.
Antes de que acabe el primer tiempo esperaba un grito fuerte más, ahora del lado blanquiazul. Ovelar, de penal, me haría alzar la voz para luego descansarla durante quince minutos. Agua y silencio acompañaron mi medio tiempo.
La segunda etapa fue sosa, el narrador tiene que darle ritmo al partido así no lo parezca, sobre todo en radio. Que los oyentes crean que se está jugando la final del mundial. Tienes que tener una conexión con la gente. Ese era el objetivo.
Cuando ya habíamos elegido de figura a George Forsyth y asegurado el emparejamiento en el marcador, nos dimos cuenta que el dicho que puse al iniciar este texto era más cierto que nunca. Mi tercer grito fue el más inesperado, con ese mi voz se terminó de desmoronar, pero de qué forma. No había una mejor manera. Mientras más goles, para un narrador mejor, son sus hijos. Así que esa noche salí con 3 hijos y con una moraleja: “Hay que esperar hasta que pite el árbitro y mucho más en un clásico”.
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